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Existencia


La luz de la eternidad. Se oscureció un día, en mi infancia, en el corazón de ese período que sin embargo conservo con cariño, a pesar de las sombras que se invitaron allí.


Esta sombra oscurecida es mi otro yo.


Aquello que callamos, aquello que enterramos lentamente bajo las expectativas, las limitaciones y las miradas de los demás. Quien decide, sin embargo, es quien quiere existir plenamente, sin máscaras ni compromisos.


Este otro yo es el fruto de una lucha. La lucha por la vida, la lucha por los demás. Una batalla silenciosa, a menudo solitaria, pero profundamente humana. Este otro yo es un fragmento, un esquirla de verdad sepultada en los meandros de la existencia, que hay que encontrar, reanimar, abrazar.


Pero ¿cómo se define la existencia? Nada en nuestro mundo actual parece ofrecernos una respuesta clara. No hay nada que me ayude a comprender este otro yo. Nada parece capaz de definirnos por completo, porque somos múltiples, móviles y profundamente complejos.


La existencia es una ascensión. La vida ofrece sus bendiciones y sus cargas a quienes se atreven a afrontarlas, a quienes están dispuestos a asumir desafíos, a escalar montañas. Pero entre todas las subidas, sólo una tiene verdadero sentido: el de la existencia.


Es este camino único donde, de repente, nos convertimos en dueños de nuestro destino. Nos liberamos de las cadenas invisibles que nos retenían. Nos convertimos en liberadores de nuestra alma , finalmente completos, finalmente listos para compartir con el mundo lo que hemos aprendido, lo que sabemos, lo que somos.


Y sin embargo, a lo largo de los siglos... Desde la eternidad, el hombre siempre ha buscado saber quién era, comprender su esencia. Pero a menudo se olvida de hacer la pregunta a la única persona que puede responderla: él mismo.


Cada día el hombre se mira en el espejo, a veces distraídamente, a veces en busca de respuestas. Cada día se lee en los márgenes de su vida cotidiana, en los silencios de su habitación, en los ecos de su alma. Escribe dentro de sí palabras de amor, de alegría, de tristeza; palabras que a menudo lleva consigo sin decirlas.

A cada uno su destino. Cada uno tiene sus propias elecciones, sus propios deseos de ser o de nacer, de reír o de sufrir, de dar o de guardar para sí. Cada uno es libre de soñar su vida, de darle forma o, a veces, de dejarla desvanecer.


Pero dentro de nosotros hay un poder infinito. Llevamos dentro de nosotros toda la alegría de nuestro ser, un amor infinito que sólo pide ser revelado. Somos fuentes de luz, océanos de amor y, sin embargo, ¿cuántas veces nos olvidamos de bucear dentro de nosotros mismos para encontrar ese tesoro?

Concedámonos la vida.

Cada día, cada minuto, cada momento, tomemos un poco de lo que somos y ofrezcámoslo a la vida. Tomémonos un momento para sonreírnos, para escucharnos, para amarnos.

Porque la existencia no es sólo sobrevivir: es un arte, un camino, una revelación.


Dejémonos ser nosotros mismos y descubriremos que en esa luz que a veces parpadea, reside todo el brillo de la eternidad.


Angélique CHAPUIS



Una figura parada en la cima de una montaña luminosa, contemplando un camino radiante que se extiende hasta el infinito. La luz emana de su pecho, simbolizando la búsqueda interior y el destino, rodeada de patrones abstractos de luz y sombra que representan los desafíos y posibilidades de la vida.

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Angélique CHAPUIS - CASERO
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